lunes, 27 de agosto de 2007

El Cuentacuentos "El Libro del Desván"

-El hombre de negro huía a través del desierto y el pistolero iba en pos de él.- leyó en voz baja extrañado, se giró para mirar a su abuelo y levantó la voz- ¿Abuelo, no decías que este era un libro sobre tu vida?

Había cerrado la gruesa tapa negra bruscamente, de las amarillentas hojas tan finas como el papel con el que el mismo anciano que le miraba se liaba los cigarros, salió un poco de polvo debido al tiempo acumulado en ellas. Tiempo que había supuesto olvido. Su abuelo le miró por encima de la gafas, con una sonrisa bromista, casi juguetona en el rostro.

-Yo nunca he dicho eso… -dijo con un tono de voz que quería sonar a misterio- Yo dije que ese libro te contaría tu historia igual que a mí me contó la mía.

Volteó los ojos, crispado, desde luego su madre tenía razón, el abuelo se había vuelto definitivamente loco. Decidió que era mejor hacer como que no le había escuchado, dejarlo sentado en el viejo butacón donde solía contar sus batallitas y ponerse a jugar a la Play Station 3, que para algo la había comprado y pirateado.

Caminó arrastrando sus pies por el salón y golpeó el libro para apartarlo. Este se abrió casi por la mitad. Las páginas 1.178 y 1.179 lucían completamente en blanco. Se acercó un poco más al libro, con algo de curiosidad, se sentó en el suelo y lo puso entre sus piernas. Era un libro muy grande y pesado, debía tener como unas 2.000 páginas. Las ojeo por encima, estaban todas en blanco. Lo único que había escrito en ellas era el número de páginas y aquella extraña introducción que no le recordaba para nada a la vida que sabia había tenido su abuelo, por mucho que él llevase todo el día empeñado en decir que ese libro contaba su historia, la de todos.

Miró la última página, el libro tenía 2.019 páginas. Todos amarilleadas por el paso del tiempo, por el olvido que las había castigado a permanecer encerradas dentro de un viejo baúl que su abuelo conservaba en el desván y, que solo hoy y por ser su cumpleaños número doce, había decidido entregarle. Con aire de incredulidad giro la cabeza hasta contemplar a su abuelo que no se había movido de donde le había dejado. No sabia porque pero hoy parecía distinto. Siempre había sido mayor, siempre había delirado un poco, pero hoy había algo en su mirada que era diferente. Cerró el pesado libro e hizo lo que su abuelo le había pedido esa mañana temprano. Sentarse tranquilamente a su lado y leérselo. Ahora que había visto que estaba en blanco no le resultaba una tarea tan tediosa.

-¿Sabes que el libro está en blanco?- dijo con una sonrisa casi maléfica en el rostro.

-Solo ahora, si vas leyendo, él te irá contando tu historia.

Rió, no podía evitarlo. Su abuelo se había vuelto realmente loco. Decidió mostrarle a su abuelo lo que decía, quizás un golpe con la realidad le haría volver de nuevo al mundo de los cuerdos.

-Menos mal que no está mamá aquí para escucharte, sino hoy no te libras del geriátrico.- Abrió el libro por la primera página, levantándolo para que su abuelo lo viera con claridad. Leyó en voz alta.- “EL PISTOLERO” ¡Ves! Nada de la segunda guerra mundial ni esas patrañas. Va de un pistolero, como los de las películas de Clint Eastwood.

Su abuelo solo sonreía, con una mirada infantil, llena de una alegría y un entusiasmo que se contagiaban con solo mirarle. Quizás por eso seguía sentado a su lado sujetando ese pesado libro entre sus manos.

Pasó página de nuevo y se encontró con la misma frase con la que había empezado todo. Debajo de ella no había nada. Solo una página amarilla y demasiado fina como para aguantar que la pasara sin mucho cuidado. Pero, de pronto, algo sucedió. Tenía la vista fija en esa página, esa página de ese libro sin nombre en la portada, ese libro que parecía tener más de mil años y que también parecía esconder más de mil secretos. Y entonces sucedió. Las palabras empezaron a escribirse solas delante de sus ojos. El susto hizo que el libro se le cayese al suelo, recogió sus piernas contra su pecho y lo miro desde el sofá mientras su abuelo reía.

-¡Ves, pequeño! Ahora te esta contando tu historia. No tengas miedo…

Levantó la mirada del libro y miró a su abuelo de nuevo, no entendía como podía permanecer tan tranquilo después de lo que había visto. Señaló el libro con una mano temblorosa.

-¿Tú sabias… eso? –preguntó asustado.

El abuelo se rascó la barba, hizo ademán de pensar un poco y le espetó a la cara.

-Claro que lo sabía. Por eso es un regalo tan especial. Por eso tenia que dártelo a solas. Por eso te dije que contaba tu historia.

Aún temblaba cuando se bajo del sofá y se acercó de nuevo al viejo libro, este había caído de cualquier manera, sus amarillentas páginas estaban dobladas y las tapas caían ambas al mismo lado. Lo agarró con fuerza y lo cerró. Poniéndolo frente a él, perfectamente recto, perfectamente cerrado, con todas las páginas perfectamente lisas. Estaba asustado. Cogió aire mientras escuchaba a su abuelo reír como un niño pequeño la mañana de reyes y lo abrió, de nuevo el título rezó en su primera página. No había nada más. Ni escritor, ni prologo, ni resumen, ni nombres de capítulos. Solo esas dos palabras en el centro de la página.


EL PISTOLERO


Acercó su mano sigilosamente para acariciar las letras. No estaban abultadas, no parecían estar escritas con tinta, ni grabadas. Nadie podría grabar nada en ese fino papel. Giró la cabeza y miró a su abuelo que permanecía expectante. Pasó la página temblando, con cuidado, como nunca antes había pasado ninguna página de ningún libro.

Las palabras seguían escribiéndose ante él. Maravillado, empezó a leerlas. Poniendo atención y un énfasis especial en cada una de ellas. Viendo al hombre de negro en su cabeza mientras las leía. Absortó, se perdió en sus palabras, en esas que se escribían ante sus ojos. Agachó la cabeza y se aproximó la más que pudo al libro. Al cabo de un rato sintió calor. Levantó la mirada y lo que vio le dejo paralizado. Ya no estaba en el suelo del salón de su casa. Estaba en un desierto, pero no en cualquier desierto. El desierto era inmenso, la apoteosis de todos los desiertos. Mientras miraba absorto a su alrededor sintió una ligereza en las piernas, agachó la cabeza y vio que el libro había desaparecido. Se puso en pie, aturdido y una alargada sombra le respondió desde la blanca y reseca extensión del desierto. Se miró de arriba abajo y no se reconoció. Sus manos eran grandes, fuertes y de sus caderas, metidas en sus fundas, con sus correas cruzadas sobre su bajo vientre, colgaban dos pistolas que le quedaban a la altura perfecta para esas fuertes manos que no reconocía como suyas pero que le pertenecían no sabía cómo ni por qué.

De pronto le asaltó un vértigo momentáneo, una sensación de vahído que hizo que el mundo entero fuera como algo efímero, un objeto que casi se podía atravesar con la mirada. La sensación se desvaneció y, al igual que el mundo sobre el cuyo pellejo caminaba, también él se movió. Ya lo recordaba todo. Tenía que cazar al hombre de negro, lo había prometido.

El abuelo se acercó al libro y vio como la silueta de su nieto se transformaba. Sonrió y cerró el libro despacio, subiéndolo de nuevo al desván mientras acariciaba el lomo y no dejaba de repetir.

-Buena suerte, Roland.


Para Aarón

N/A: Las frases que están escritas en otro tipo de letra y en cursiva han sido extraídas del tomo primero de “La Torre Oscura – El Pistolero” escrito por Stephen King. Esto me pasa por poner mi cerebro en Modo Paranoia ON.

sábado, 25 de agosto de 2007

El Primer Amor

Dicen que no hay nada como el primer amor...

Ese amor tan puro, dulce, sencillo y entregado que te hace dar todo sin pedir nada a cambio. Yo siempre he estado de acuerdo con eso. El primer amor... Solo me hace falta pensar un poco y es como estar otra vez delante de ese primer amor. El mío fue a los 14 años. Él me robó mi primer beso, (porque eso fue un robo en toda regla) y a él le dije mi primer te quiero. Estuve enamorada de él durante más de 5 años y fue como dicen que solo puede ser el primer amor.

Yo pensaba que tenían razón, que no había nada como el primer amor, ese amor que tan solo da y se conforma con poder dar un poco más, que nunca pide nada, que no necesita nada más que verse en los ojos del otro para ser feliz. Ese amor que parece que solo podemos tener una vez en la vida, cuando aún somos tan jóvenes que no deseamos pedir nada, que pensamos que dando todo lo que poseemos es y será suficiente.

Pues estaba equivocada. Ese sentimiento tan arrebatador, que te ciega y te hace olvidar todo lo demás, todo lo que no sea a la otra persona y lo mucho que le amas, ese, no solo esta reservado para el primero.

Ahora lo sé.

Y lo sé porque es así como me siento ahora. Siento ese amor loco, ese que me hace estremecerme con solo imaginar sus labios besandome. Quiero entregarle todo lo que tengo, mi corazón, mis besos, mis labios, mis palabras de amor apasionadas, mi cuerpo, mi alma...

No quiero pedirle nada, me sobra solo con quererle. ¿Acaso me he vuelto loca? ¿Acaso vuelvo a tener 14 años y estoy viviendo un primer amor? ¿Será que lo de antes no era tan amor como yo creía?

Vuelvo la vista atrás y recuerdo a mis dos ex parejas, esas con las que compartí años de mi vida, esas a las que sentí que amaba de verdad y, tristemente me pregunto "¿De verdad les ame?" Pensar en I (inicial de su nombre) y preguntarme si le amé es algo normal, hace muchos años de aquello, muchísimos... y el tiempo a veces hace fallar la memoría. Pero preguntarme eso de M... alguien con quien estaba hasta hace bien poco. Y lo más triste es que si me tengo que responder a esas preguntas mi respuesta es clara. ¡No le ame! No como se debe amar.

I me preguntó hace poco si llegará algún día un hombre del que no me canse, si algún día me entregaré de verdad, si me dejaré amar de verdad, sin levantar muros a mi alrededor para que no me dañen.

¿Así es como me vio?

Vaya... así es como le veía yo a él, siempre tan frío y callado, solo era cariñoso cuando buscaba algo más que besos. Pero lo pienso y es cierto. No me entregué a él, ni a M, ni a muchos de los que pasaron por mi vida y de los que ni siquiera recuerdo el nombre.

Solo quise darselo todo a él. A ese primer amor que no me dio nada más que fatigas, disgustos y que me dijo "Yo también te quiero, pero solo como amiga, lo siento" después de él, el amor era distinto. Yo no queria darme tanto, me volví exigente, demandante, necesitaba pruebas, necesitaba que me dieran tanto como yo queria recibir.

¿Eso es amor? Ahora lo pienso y niego. Eso no puede ser amor. Solo fue un triste sustituto para que yo no pasará mis días sola, para que algo me diera un poco de alegria en la vida, aunque me causo más disgustos que alegrías...

¡Hasta ahora!

Ahora todo ha cambiado.

Ahora sí puedo levantarme y gritar a los cuatro vientos que estoy enamorada, como cuando era una niña, como cuando el primer amor, como cuando no importaba nada más que amarle, aunque doliera, aunque matará, aunque el sufrimiento que causará ese amor fuera más grande que el propio amor que sentias. Porque es así como me siento. No importa nada más que quererle, a pesar de la familia, de la distancia, de la edad, de lo que sociedad vea cuando paseemos de la mano por las calles de cualquier ciudad. No importa nada más que nosotros, que nuestro amor, que la fuerza con la que nos decimos "Te amo" cada día, la fuerza con la que nuestros corazones luchan por estar cada día más cerca el uno del otro, por entregarnos un poco más.

No me importa que duela, si duele es que siento y si siento es que estoy viva, que amo. No sentí nada durante mucho tiempo y eso es peor que doler. Y sé que suena masoca, quizás sí lo sea un poco, pero no me importa. El dolor no es algo malo cuando te recuerda que sigues en este mundo, que estas viva y que mientras estés viva todo puede ir a mejor. No me importa que Sol me duela en la piel, en el alma, en el corazón, porque eso es bueno, eso es que le siento como hacia siglos que no sentia a nadie, como pensé que solo se podia sentir una vez. No importa que mis labios lloren derramando vida en cada lágrima roja, no importa que estas se pierdan demandando besos que no llegan. No importa que la piel se resienta cada día, que se estremezca imaginando caricias que no tiene y necesita. Nada de eso importa, porque le amo, porque me ama y porque eso no es poco, eso es más de lo que muchos llegan a sentir nunca.

Ahora puedo decir, sin temor a equivocarme, que sí hay cosas mejores que el primer amor, y eso es el amor verdadero. ¿Suena cursi? Tanto que no me creo que yo esté escribiendo esto, pero es lo que siento, es lo que noto, es lo que remueve cada fibra de mi ser.



Esta sonando Me Corten la Lengua de Marea.

jueves, 23 de agosto de 2007

Racismo y demás enfermedades mentales

La vuelta al trabajo supone muchas cosas; algunas son buenas y otras no tanto... No diré que son malas porque el trabajo es lo que paga mis recibos, esos que el banco espera ansioso cobrar cada mes durante muchos años.

Pues bien, después de los primeros días en los cuales lo único que se ha hecho es hablar de las vacaciones y comparar los distintos tonos de moreno de la piel, ayer parecía que la cosa se había normalizado del todo y volvíamos a estar exactamente igual que antes de dejar de vernos las caras durante 23 días seguidos.

No sé si recordaréis que en mi trabajo vivo rodeada de Alex, pues bien, ayer me encontraba rodeada de verdad por ellos. Uno delante y otro detrás. Mientras hablábamos de nuestras tonterías la cosa iba bien, pero una pequeña avería me trajo de vuelta a la realidad. Aún no me puedo creer que aquella frase fuera real. Aún no eran ni las cinco de la tarde, nos esperaban más de 5 largas horas de trabajo cuando Alex "El garrulo" lo ha soltado, así, con todas sus letras y en voz alta.

-Ojalá un robot haya pegado un viaje a un moro o un pakistaní de estos que vienen aquí, lo haya matado y no vuelva a arrancar la linea.

Mi cara no tenia precio en aquel momento. Creo que se ha dado cuenta de como me ha sentado la frase y ha intentado arreglarlo con esta otra.

-Pero, tía, no a uno de nosotros. Un puto inmigrante de mierda. No es como si te murieras tú. ¿Tú no firmarías cinco horas parada a cambio de la vida de uno de esos?

Aquí ya no sé como era mi cara, solo sé que el otro Alex "Amo" le ha hecho un gesto de "calla tío que no lo estás arreglando" y yo solo le he podido decir que yo no cambio la vida de nadie por estar 5 horas parada. Y, al chaval, lo único que se le ha ocurrido es explicarme porque mi vida vale más que la de un moro, pakistaní, rumano o cualquier otro tipo de inmigrante en general.

-Es como los maricones y las lesbianas, no son como nosotros, tía. Son raros y dañan la imagen del país.

¡Os juro que me ha dicho eso! ¡Con esas palabras!

Aquí es cuando ya he podido empezar a articular palabra y le he dicho que la imagen del país ya esta más que dañada y que no creo que se deba a la inmigración o los homosexuales, que más bien se debe a las mentes retrogradas que pululan por el país y hacen fuertes ideas que debían haber desaparecido hace años. Aquí ha sido cuando me ha preguntado que es un retrogrado y que si le llamaba algo, lo hiciese de forma que lo pudiera entender. Si es que estás ideas son propias de una mente sin mucha cultura, así que no debería preocuparme tanto que cuatro paletos sin estudios piensen estas cosas.

Pero, lo malo es que no solo los paletos sin estudios lo piensan. Lo verdaderamente preocupante es que hay gente muy inteligente, mentes pensantes, politicos, escritores, locutores de radio, periodistas... en fin, la gente que eleva su voz y hace que miles de personas les escuchen, que también piensa estas cosas. Solo hay que ver cual ha sido el partido político que más votos a ganado en Cataluña estas últimas elecciones. Un partido que ha salido de la nada y hay pueblos en los que gobierna con mayoría absoluta. No recuerdo su nombre, ni ganas de hacerlo, pero es un partido xenófobo, pero de los reconocidos, que en el telediario lo dicen y nadie se queja, y si no les molesta que les llamen xenófobos en la tele, es porque es bastante cierto.

¡Si es que solo les faltan las capuchas, las antorchas y quemar a los inmigrantes colgados de un árbol!

¿Tan pronto olvidamos que hace unos 30 años eramos nosotros los que huíamos de una españa dictatorial y buscábamos refugio en otros países? ¿Tan pronto olvidamos que Alemania acogió a miles de españoles buscados por Franco? ¿Y que en los países de habla hispana de América hicieron lo mismo?

Mi pregunta es simple, clara y concisa...

¿Hasta cuando?

Esto es parte de un texto de Shakespeare en "El Mercader de Venecia" una gran obra, tan real como la vida misma. Solo cambiad judío por cualquier raza, religión, tendencia sexual o lo que queráis... Si al fin y al cabo, todos somos iguales.

"Él es causa de mi oprobio, y me ha hecho perder medio millón, se ha burlado de mis ganancias, se ha reído de mis pérdidas y se ha mofado de mi raza, ha obstaculizado mis negocios, ha dado ínfulas a mis enemigos y ha enfriado a mis amigos, y todo ¿por qué? Porque soy judío. ¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene manos un judío, ni órganos, proporciones, sentidos, pasiones, emociones? ¿No toma el mismo alimento, le hieren las mismas armas, le atacan las mismas enfermedades, se cura por los mismos métodos? ¿No le calienta el mismo estío que a un cristiano? ¿No le enfría el mismo invierno? ¿Es que no sangramos si nos cortan? ¿No nos reímos si nos hacen cosquillas? ¿No nos morimos si nos envenenan? ¿No habremos de vengarnos, por fin, si nos ofenden? Si en todo lo demás somos iguales, también en eso habremos de parecernos"
No puedo añadir nada más, solo que mi corazón late cada día, bombeando la misma roja sangre que bombea el corazón del moro que mi compañero quería sacrificar por 5 horas de tocarse las pelotas en el trabajo.



Está sonando Ama, ama, ama y ensancha el alma de Extremoduro.

lunes, 20 de agosto de 2007

El Cuentacuentos "Un bolso de mujer"

-Aquí todo el mundo va a su bola, menos yo que voy a la mía.- gritó- ¡Ya estoy harta!

Dijo esto mientras se ponía sobre la mesa, con unas copas de cava de más en el cuerpo, otra en la mano que estaba siendo ingerida a la misma pasmosa velocidad, las medias rasgadas y el rímel corriendo por sus mejillas inundadas en lágrimas. Busco un pañuelo en su bolso y encontró algo más interesante que un simple pañuelo de papel.


Había organizado toda la velada, llevaba más de un mes planificándolo todo.

Se había puesto en contacto con los del catering, uno muy selecto que había tardado siglos en encontrar, de estos que hacían comida de autor mezclando las bases de la cocina mediterránea con la japonesa, para sorprender y contentar a sus jefes.

Había visitado las mejores cavas de Cataluña, buscando un buen cava que acompañase la velada, algo que entrara suave pero con cuerpo, que no dejase indiferente a nadie. Una pequeña cava familiar de Sant Sadorni d’Anoia había sido la escogida, tenían un cava brut exquisito que combinaba a la perfección con la comida de aquella noche y una versión sin licor que iría perfecta para el director adjunto que no podía tomar nada que tuviera alcohol porque era un ex alcohólico, pero que le había pedido a Neus que nadie lo supiera.

Había contratado la banda musical que ahora tocaba una suave melodía de jazz, después de llevar meses hablando con la secretaria de Fujiyama se había enterado que este hombre era un apasionado del jazz y Adelfried le había pedido que trajese todo lo que el japonés quisiera ver, oír y probar. Necesitaban esa fusión con la empresa japonés más que cualquier otra cosa en el mundo.

Había buscado el local, uno grande pero sin resultar exagerado puesto que solo serian 37 personas las que vendrían a la cena. Busco una buena situación, algo que dijera que no somos pobres pero que no les saliera muy caro. Conocía a un joven arquitecto que les dejo un local que iban a derribar en unas semana, cerca de Passeig de Gracia. Los japonés quedaron impresionados con el lugar, incluso Adelfried tuvo que contener el aliento cuando vio el lugar, su germánica cara no demostró expresión alguna, eso era algo a lo que Neus se había acostumbrado, pero si la miro un poco extraño. Solo se acerco a Neus para preguntarle por cuanto le había salido la broma y cuantos años iban a tener que hipotecarse para pagar aquella fiesta.

Se había encargado de la decoración, esto de forma personal, llevaba tres semanas yendo al lugar cada día después del trabajo, con Marie, una compañera francesa de la misma oficina. El presupuesto no daba para mucho, así que no les quedo otra que hacer algunas cosas de forma artesanal y Marie resulto ser una chica muy artística y contaban con la ayuda de Andreus, el novio griego de Marie, un joven pintor en auge, así que moviendo unos cuantos hilos y hablando con unos amigos del chico, todo resulto más sencillo, divertido y rápido de lo que Neus esperaba.

Había buscado el mejor traductor de japonés de la ciudad, por si la cosa se ponia muy técnica y no llegaban a entenderse.

Y todo lo había hecho buscando y comparando precios, para no salirse del reducidísimo presupuesto que Adelfried le había concedido. ¿Y para qué? Para nada.


No había servido de nada. Estaba en el cuarto de baño cuando les escucho hablar. Adelfried con el señor Mathews “El Gran Jefe” como solían llamarle cuando no estaba presente. Habían logrado la fusión, no era oficial aún pero el señor Fujiyama ya se lo había dicho en persona. Entonces lo escuchó.

-Hay que reducir personal. Creo que la rubia del cuerpazo ira mejor como secretaria adjunta que la que tenemos hasta ahora. ¿Tú que crees?

-Hombre… Neus trabaja muy bien, pero desde luego no tiene una imagen tan agradable como la de Ivonne. Y todos sabemos que en estos tiempos que corren la imagen es muy importante.

-Pues no queda otra, Neus fuera, la chica francesa y ese tonto de gafas que siempre me trae mal el café también.

-Sí, esa gente ya lleva demasiado tiempo aquí…

Escuchó las voces alejarse, mientras se reían. Se sentó en el suelo del servicio y lloró.

-Tanto tiempo, ilusiones, esfuerzos y trabajo para nada… Para que la rubia tetona se quede con todo.

Se levantó del suelo y se sacudió el vestido, enfadada con ella misma por no ver venir algo así, con sus jefes por tratarla así solo por no tener el cuerpazo de Ivonne y por la genética por no haberle concedido un cuerpo como el de la susodicha. Ella era la que sabía como funcionaba todo en la empresa, ella era quien gestionaba todo mientras Adelfried se acostaba con Ivonne.


Y ahora les miraba a todos, subida en lo alto de una de las mesas del carísimo catering que había encargado, con la copa en la mano las medias rasgadas, el rímel corriendo por su cara entre sus lágrimas y odio en sus palabras.

-¿Sabes que te digo, Adelfried? ¡Que te metas tu asqueroso trabajo y la tetuda esa por donde te quepan! Y que la próxima estúpida fiesta, la organices tú, porque yo no te pienso ayudar.

Adelfried la miraba enfadado mientras acompañaba a los japonés a otro lugar y les decía algo sobre que estaba loca. Neus se bajo de la mesa a toda velocidad, apartando a Marie mientras le decía que luego se lo explicaría todo, corrió hacia los japoneses mientras abría su bolso y sacaba unos papeles que les tendió. Adelfried la miro incrédulo, sin saber que significaba aquello. Neus empezó a hablar en japonés, apartando con un codazo suave al que, hasta el momento, era su jefe. Adelfried intentaba apartarla mientras leía por encima los papeles, pero los japonés parecían muy interesado y pronto le pidieron al germánico que les dejara a solas con la señorita.
A los pocos minutos, Mathews entró en la conversación mientras que Adelfried permanecía alejado mirando.


Al cabo de unos vente minutos, Neus camino hacia él con una sonrisa triunfal en la cara.

-Lo siento, Adel, querido... -dijo con un tono de voz juguetón- pero parece que seré yo la que me quede con la secretaria tetuda.- se giro hacia Ivonne que parecía intrigada pero feliz, puesto que acostarse con el jefe no había sido algo que hiciera en vano. –Aunque, creo que prefiero quedarme con Marie, que no se folla a nadie para ascender.

-¿Qué había en esos papeles? –pregunto enojado.

-¿Qué que había?- sonrió- Adel, querido, nunca subestimes un bolso de mujer. Y… por cierto, ¡estás despedido!

sábado, 18 de agosto de 2007

¡ESTAMOS PERDIDOS!

Lo que leen amigos, estamos perdidos... El diablo camina entre nosotros y ha venido a buscar cada una de las almas de cada uno de los humanos que pueblan la tierra. Empezó en Francia, pero ya ha llegado a España y he oído que quiere extenderse a todo el planeta. Nadie quedará libre.
¡NADIE!

Nadie estará a salvo, nadie podrá huir, nadie podrá escapar de esta amenaza que nos rodea, nos atrapa y nos deja sin aliento. Si aún están a tiempo... si creen que aún pueden escapar y salvarse, ¡haganlo!
¡CORRAN!

Corran muy lejos, donde no les atrape y quizás así, solo quizás, puedan salvarse de esta terrible amenaza que se nos viene encima.

¿Que aún no les he dicho de que estoy hablando?

Lo siento... Es que me es difícil inclusive hablar de ello. Recordarlo es terrible, es como revivirlo de nuevo, vuelvo a estar ahí, rodeada, sola, con ese olor envolviéndolo todo, daba igual donde mirase, estaban por todas partes, era una habitación enorme, de altos techos, altísimos, tanto que parecía que no hubiera final, y ellos estaban por todas partes, desde lo más bajo, hasta el mismísimo techo de aquella habitación. Se me acercaron dos mujeres, con una pinzas, guantes de plástico y una bandeja metálica en la mano... y allí, sobre la bandeja, los tenían.

-¿Quiere probar uno?- me dijo la rubia.

Así es como te atrapan, porque si pruebas uno, estás perdido... No puedes comer solo uno, alguien debería haberme avisado, pero nadie lo hizo, extendí mi mano hasta tomarla de las pinzas de la rubia, lo acerqué a mis labios, lo roce con mi lengua y lo mordí...

Una explosión de sabor en mi boca, relleno de frambuesa... ¡Dios! ¡Si incluso siento que hay trocitos de frambuesa de verdad! ¿Y la galleta? No están echas con aceite, no... ¡Con mantequilla! ¡Y francesa!

El gobierno y el control de mi cuerpo y mi cerebro quedaron en sus manos, ya no podía hacer nada, tan solo llenar mi bolsa con sus galletas. De todos los sabores; limón, naranja, coco, nueces, pistacho, chocolate, almendra, etc...

Estaba perdida, y seguí avanzando, hacia la caja, cargada con mi bolsa de galletas, de unas galletas que seguro que el que las inventó ha tenido que vender su alma al diablo para obtener unas galletas tan jodídamente buenas.

Y allí estaba ella, entre la caja y yo, con otra bandeja en las manos. Esta vez era morena, pero yo juro que era el diablo disfrazado, me quería, quería atraparme del todo en ese mundo de galletas, caramelos, baguettinas dulces y... ¿olivas? Porque eso fue lo que vi en aquella bandeja.

-Son olivas de chocolate.- me informó la morena- Una capa de chocolate barnizado de caramelo para dar el color, capas de chocolate con leche para la forma y una almendra a modo de hueso.


La cogí sabiendo que no podría salir de allí sin haberlo probado, y menos después de que ese diablo vestido de mujer me contase de que estaban hechas... La textura era igual a la de una aceituna normal y corriente, incluso si la mordías era igual, pero era chocolate... y no cualquier chocolate ¡Chocolate francés! Así que también salí cargada de olivas de chocolate...


Ahora ya sé porque se supone que los catalanes odiamos a los franceses... No es porque nos vendieron a España cuando luchábamos por seguir siendo un país... ¡Que va! ¡Eso son patrañas! Es porque tienen el mejor chocolate del mundo... Y los muy cabrones no quieren compartir el secreto con nosotros, sus vecinos. Lo siento Suizos, pero es verdad. El mejor chocolate del mundo lo tienen ellos y tengo la prueba en mi casa. Una tableta del mejor chocolate suizo y esas malditas olivas de chocolate que el diablo a derretido en los hornos del infierno...

Solo me queda deciros una cosa. Si veis este maldito cartel en la puerta de una tienda, alejaos rápido, huid, si entráis ya no podréis salir sin una maldita bolsa de galletas, olivas y chupa-chups de caramelo.... ¡Y son más caros que buenos! Y ya es decir, porque buenos son la ostia de buenos.


Un tal Oscar Wilde dijo una vez que "La mejor forma de librarse de la tentación es caer en ella" yo solía estar de acuerdo con este buen hombre, hasta que probé esas galletas.

¡Estoy perdida!

¡Que alguien me salve!


Esta sonando Temptation de Godsmack.

viernes, 17 de agosto de 2007

El sutil arte de las bromas

Hoy he prestado el blog a una amiga y ella, que últimamente parece haber tomado control de todo, será la que os hable hoy. ¿De qué? ¡Eso preguntadselo a ella! Pero estáis advertidos, Sarah no es normal...

Las bromas

¿Que es una broma?
Por Sarah Anne Richards
(o de verdad creían que había salido de la nada...)


Parece sencillo definirlo, el diccionario de la Real Academia Española dice lo siguiente.

Broma.

1 f. Burla, dicho o hecho que se hace a alguien para reírse de él sin intención de molestarle: hay que aguantar las bromas con buen humor. (juro que el diccionario pone lo de aguantarlas con humor... XD)

Yo creo que es una definición muy escueta a lo que una broma significa, así que aquí os traigo algo más. Todo sacado de mi mano y de mi cabeza maléfica...

Supongo que hay una diferencia enorme entre una broma de mal gusto y una broma normal. Una de mal gusto es cuando el afectado resulta herido en parte de una manera desagradable para él. Estas últimas son terribles para el que quiera considerarse un buen bromista, solo llevan a que la gente te odie un poco, te tema algo más y que se alejen de ti por herirles. Hay que huir de las bromas pesadas o de mal gusto.
¡Yo lucho por conseguir llenar el mundo de buenas bromas!

Y una buena broma, si el afectado la toma mal, puede ser lo peor. A mi me gustan las bromas, siempre que no resulte la afectada, claro. Cuando eres la víctima, las bromas no suelen parecernos tan divertidas.

Una buena broma necesita muchas cosas; información, planificación, decisión, complices (no es 100% necesario pero ayudan mucho) y víctima.

  • Información: Debes tener información suficiente sobre que es lo que quieres llevar a cabo, como, donde y si la víctima va a sentir algo con la broma o le va a ser totalmente indiferente. La indiferencia no es el sentimiento que esperamos que la víctima sienta al terminar la broma.
  • Planificación: Una buena broma necesita un tiempo de planificación, no hace falta que sea mucho, pero si necesita algo como un campo de cultivo donde crecer y madurar. Hasta llegar al punto que tú quieres darle. Y sobre todo, que durante la planificación, la víctima no sospeche nada.
  • Decisión: No puedes rajarte a última hora, la decisión es muy importante. Si pasas días planeando y te rajas justo antes de empezar, ¿para que tanto trabajo?
  • Complices: Pero no sirve cualquier complice. Es imprescindible que sea una mente igual (o más perversa que la que ha puesto en marcha la idea. Una mente débil puede estropearlo todo con solo abrir la boca.
  • Víctima: Esta es la parte más importante antes y durante la ejecución de la broma. Sin víctima, no hay broma. Solo aseguraos que la víctima es alguien que no se lo va a tomar mal realmente, que te tiene aprecio (para que la venganza no sea tan terrible) y que no se hundirá por lo que se le viene encima.
Otra cosa muy importante durante la ejecución de la broma es saber cuando parar. Si paras antes de tiempo, malo porque no tiene el fin deseado. Si paras después, puede que te hayas pasado ya cuatro pueblos y sea tarde.
El sutil arte de las bromas es algo que hay que manejar con mucho cuidado, es material altamente explosivo, inflamable, toxico y puede que incluso radiactivo. Escoge mal alguno de las cosas importantes y puede que te explote en la cara con las peores de las consecuencias para ti. Y lo más importante una vez has llevado a cabo tu broma es aceptar que todo acto pone en marcha un mecanismo irrefrenable hasta que llega a su consecuencia... Y que las consecuencias de las bromas suelen ser más bromas, pero la cabeza maléfica que creo el plan suele pasar a ser víctima y la víctima, cabeza maléfica. Así que tomate con humor eso que tú has disfrutado haciendo.
Y ahora quiero pedir perdón, clemencia y que, por favor, la venganza no sea tan perversa como lo que creo, o que avisenme para que me vaya preparando...

Esta sonando Contigo de Joaquín Sabina.

Amor, espero que entiendas la sutileza de la letra de esta canción y el significado que yo le veo.

lunes, 13 de agosto de 2007

El Cuentacuentos "Silencio"

Nada más despertar, se gira y lo descubre a su lado. Sabe que está despierto porque siente su mirada clavada en ella, como cada mañana. Se pregunta cuanto tiempo lleva allí, en silencio, apoyado en uno de sus brazos observándola dormir, pero no tiene caso preguntarle, él siempre contesta lo mismo.

No el suficiente, amor, nunca es suficiente.

Y Sofía lo entiende, lo entiende porque, a pesar de que Isaac no sabe nada, ella cada noche espera a que él se duerma para poder mirarle mientras la luna arranca destellos de su cabello. Son tan parecidos que a veces es difícil saber donde termina uno y donde empieza el otro.

Sofía se mueve, se acerca a él, esperando ese ansiado beso que la lleva hasta la luna para poder acurrucarse en él, apoyar la cabeza en su pecho y pasar así buena parte de la mañana. Como hacen todas las mañanas.

Isaac la recibe entre sus brazos, entre sus labios y casi entre su alma. La rodea con las piernas mientras arropa a ambos con la sábana que les estorbó hace unas horas cuando se regalaron amor y placer hasta quedar exhaustos. Sofía le abraza, entierra su cabeza en lo más profundo de él, puede escuchar sus latidos acompasados con los que ella misma siente en su pecho, parecen dos tambores que repiten incesantemente la misma melodía de amor.

Isaac mira por la ventana, el sol aún esta bajo, aún hay tiempo para una última vez, para una última ocasión de tocar el cielo en los brazos del otro. Desliza su mano por la cintura de Sofía y encierra un pecho en ella mientras le besa en el cuello. Sofía se retuerce un poco y pega más su cuerpo contra el de su amante, antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por la pasión, mira por la ventana, como hace un segundo hizo él.

El sol aún no esta alto, aún hay tiempo para una última vez…

Y se mueve para acercarse a sus labios y besarle con ternura. Es un sinuoso camino de suaves mordiscos y susurros a media voz, de caricias entre las sabanas y roces torturadores, de gemidos contenidos y besos apasionados, de saliva en la piel del otro y palabras de amor dichas al unísono. Envueltos en un manto de sensaciones que no pueden expresar, llegan al éxtasis mientras enlazan sus manos y se miran como si en el mundo no existiese nada más que el otro.

Isaac se deja caer suavemente sobre el cuerpo de Sofía, sudando, respirando el mismo aire que ella expulsa, bebiendo vida de los labios del otro. Como si no quedara tiempo. Miran por la ventana, los dos a la vez, buscando ese sol que les maldice y les condena, ya lo pueden ver, iluminándoles, envolviéndoles en un calor traidor y doloroso. Isaac se levanta de la cama sin decir nada, se acerca a la ventana y corre las cortinas malhumorado, para luego volver junto a Sofía que le mira aferrada a las sábanas.

Hace frío.

Isaac se aproxima más a ella y la rodea con su cuerpo dándose cuenta de que es cierto, la piel de Sofía está helada, nada parecía advertir que hacía tan solo unos minutos había estado sentada sobre él mientras gotas de sudar resbalan por su piel mezcladas con la saliva. Isaac no entiende qué ocurre y se preocupa, intenta incorporarse para buscar una manta en un armario cuando el abrazo de Sofía le detiene.

No te vayas, quédate conmigo.

Vuelve a sentarse a su lado, abre las piernas y deja que Sofía se acurruque en él, la rodea con todo su cuerpo, casi parece que ambos formen parte de un mismo ser. Hunde la cabeza en su pelo, aspirando su aroma, deleitándose con la dulzura de las frutas que parecen salir de su mata cabello arremolinado. No dicen nada, ambos se quedan en silencio, inmóviles, como queriendo detener el tiempo en ese instante, pensando que si consiguen mantenerse en la misma posición y sin decir nada, el reloj detendrá esa cuenta atrás que parece grabarles cada segundo con una cicatriz en la piel.

Y de pronto lo siente, un sollozo, se remueve nervioso buscando la cara de Sofía, apartando el cabello en el que hace un segundo se entretenía, y allí lo encuentra, a él, a ese que siempre les acompaña. El dolor. Reflejado en los ojos de Sofía, en cada una de las lágrimas que corren poderosas sus mejillas arrancando con ellas la alegría del corazón de Isaac. La mira, aparta todo el cabello, le besa los ojos, le besa cada lágrima como siempre juró que haría, susurra su nombre a su oído.

Sofía…

Sofía…

Sofía…

Pero Sofía sigue incesante con ese mar de lágrimas que parece haberla desterrado de la vida. Isaac la abraza, intentando calentarla de nuevo, intentando que ese abrazo le traspase la piel y poder entrar dentro de ella, para arrancarle ese dolor que parece estar desgarrándola, pero nada la consuela. Sofía continúa con su llanto, solo lo interrumpe para repetir su nombre mientras se abraza con fuerza a él, clavando sus uñas en su espalda, como intentando que su piel desaparezca para poder fundirse con él.

Isaac…

Isaac…

Isaac…

No saben cuanto tiempo llevan así, susurrándose sus nombres, abrazados, desnudos, llorando en la piel del otro, ella a lágrima viva, él por dentro, dejando que su llanto silencioso se derrame en su interior para no lastimar más a Sofía, cuando un sonido les devuelve a la cruda realidad, a esa que es tan dolorosa que no saben como la van a poder soportar. Sofía se aleja de él, de pronto, sin mediar explicación, de un salto a la mesita de noche donde el despertador les recita la melodía de su separación. Lo agarra con fuerza y lo lanza contra una pared, gritando, gimiendo de dolor, mientras las lágrimas continúan descendiendo por su piel. De otro salto se abraza la cintura de Isaac e implora.

¡Quédate! ¡No te vayas! ¡No me dejes! ¡Me ahogo sin ti! ¡Te necesito!

Hace eso a lo que siempre se resistió, eso que se han prometido no decirse para no dañarse, pero ya le da igual, no le importa herirle, sabe que lo que pasan les duele igual. Isaac la mira, ahí tendida, aferrada a su cuerpo tan fuerte que casi no puede respirar.

¿O será porque sé que me tengo que alejar?

Un segundo y toda su fuerza se desvanece, no sabe como, ni porqué, solo que se odia por ser débil ante ella, por serlo cuando ella le necesita fuerte, pero no puede evitarlo. No si ella le implora que no se aleje cuando lo último que quiere hacer en el mundo es separarse de ella. Las lágrimas recorren ahora su rostro, se muerde los labios para no sollozar, para que Sofía no le escuche y le mire. Sabe que si le mira, si le ve llorar, si ve como el dolor le parte por la mitad por tener que alejarse de ella, no podrá hacerlo y…

Resulta loco y absurdo tener que separarse, pero tengo que irme.

No comprende aún cómo lo ha hecho, cómo ha conseguido que esas palabras salgan de sus labios, supone que las tiene grabadas en su cerebro y este las ha dicho de forma automática cuando más temeroso estaba. Sofía se estrecha con más fuerza a él, le mira, le grita.

¡NO! ¡No te dejaré marchar! ¡No puedo más! ¿No lo ves? Me muero sin ti.

Isaac se remueve de nuevo, aparta las manos de Sofía de su cuerpo sintiendo como si apartase su propio corazón, sus tripas, sus pulmones. Cada vez que separa una mano, Sofía aferra la otra con más fuerza. Isaac solloza, sin fuerzas, deseando no tener que partir, no quiere alejarse de ella, es como separarse de una parte de él, como desprenderse de lo que le da la vida, y es que es exactamente eso, es como si estuviese muriendo. Vuelve a apartar los brazos de Sofía mientras le susurra, ahogado en su dolor.

Sofía, por favor…

Y el abrazo de Sofía se detiene, Isaac aparta sus brazos y estos caen como muertos, como si de una muñeca de trapo se tratase. Siente como si su alma se desgarrase en dos. Es mejor verla luchando por tenerlo a su lado, intentando impedir un adiós que ambos saben que es inevitable, que derrotada. No soporta verla derrotada. Cuando Sofía caía en la derrota era casi imposible llenar ese vacío que es interponía entre ella y el resto del mundo. Ahora es Isaac el que, llorando e implorando, se aferra al cuerpo desnudo y frío de Sofía. Es él quien sostiene sus brazos alrededor de su cuerpo buscando el abrazo del que antes huía. Pero no hay abrazo, no hay fuerzas, no queda nada. Por no haber, parece que no hubiese ni Sofía. Mira en sus ojos, vacíos. Dos pozos oscuros sin brillo, sin alegría, sin llanto, sin risa… sin vida. Se siente como un ser indeseable, como una rata traidora, como si mereciese todos los males del mundo por hacerle tanto daño a Sofía. Mira el reloj de pulsera que tiene en la mesita. Faltan treinta minutos para que tenga que salir por esa puerta y no volver a ver a Sofía en meses. Cuando estén juntos otra vez, ella pasará las noches en vela mirándole y él hará como si no se diera cuenta de ese ritual que él mismo emprende cada mañana; luego, al pasar la semana, otra despedida. Otra vez los llantos, la ira, el dolor, el sufrimiento y la derrota de Sofía. Isaac se levanta, despacio, cansado, desalmado, camina por la habitación buscando las pocas cosas que quedan fuera de la maleta roja que reposa en un oscuro rincón, como si allí no doliese tanto. En pocos minutos escucha el claxon del taxi que le espera en la puerta. La mira casi por última vez: continúa tendida en la cama, con los ojos vacíos, derramando un llanto que parece no salir de ningún lugar. Se acerca despacio a ella, acaricia su rostro, limpia sus lágrimas, ordena su cabello, pasa su dedo por sus labios, delineándolos suavemente; sabe que ese gesto le encanta, normalmente siempre sonríe cuando lo hace, pero no ahora. La besa dejando escapar un gemido de dolor contenido.

Volveré pronto, te lo prometo. Te amo, Sofía…

Sabe que Sofía le ha escuchado, pero no le responderá. Ahora Sofía no existe, es solo un cúmulo de dolor que derrama lagrimas desnuda en una fría cama, intentando no morirse, intentando que el dolor que siente no sea tan profundo que no la deje volver a respirar. Isaac camina hacia la puerta, arrastrando su maleta, sus pies, su alma, y su vida. Suplicando a Dios que le deje verla sonreír antes de partir, abre la puerta despacio y se vuelve para mirarla: a través del pasillo ve la cama, y a Sofía ahí, tirada. Le suplica con la mirada; le pide una palabra, un susurro, un gesto, pero no hay nada. Suspira. El claxon vuelve a sonar. Sale por la puerta, derrotado, caminado por inercia más que por ganas. Cierra despacio, intentando cerrar con esa puerta eso que le hace tanto daño, que le invita a morir. Dentro, desde esa cama que les ha visto entregarse en cuerpo y alma, alguien dice unas palabras que él nunca escuchará.

Sé que volverás. Te amo, Isaac…


sábado, 11 de agosto de 2007

Retrasos y rarezas

Hace 3 días que tengo 27 años. ¿Algo ha cambiado? No, todo sigue igual, o casi....


¿No odían los retrasos en los vuelos? Yo sí...

Miro mi reloj ansiosa, preguntandome que ocurre, por qué no llega.

Espero en el aeropuerto, con un ramito de margaritas naranjas en las manos, una sonrisa en la cara, ilusión en los ojos y besos en los labios, pero no llegó.

Pienso que es un retraso del avión, pero una voz me avisa de lo que ocurre "El vuelo desde México con destino Mi Corazón ha llegado a su destino sin pasajeros" repite incesante el megáfono del aeropuerto...


Son las 6 de la mañana. Faltan 6 horas y 35 minutos. Bueno, faltaban 6,35 minutos, ahora es algo imposible de calcular.

¿Que siento? No lo sé...

¿Vacío de nuevo? ¿Ira? ¿Dolor? ¿Angustia? ¿Miedo?

No lo sé, no sé que siento...


Sé que estoy bien, lo estoy porque él lo está. Pero había mucha esperanza puesta en este día 11 de agosto del 2007, había mucho amor puesto en esta hora 12,35... ahora no hay nada. Esa fecha, esa hora, no significan nada. No para mí. Quizás por eso te he pedido que te quedes, aún sabiendo que no podrías hacerlo...


Bienvenido al mundo de Isaac.

Quizás sí soy bastante Sofía.

Pero es que hoy todo es distinto...

No es mejor ni peor que ayer, más bien es igual,

pero a la vez es distinto.


También quiero agradecer a Maya ese maravilloso header que encabeza el blog (la bola con mis ojos dentro) y sus otros regalos, así como las palabras de ánimo cuando las he necesitado. Y no solo a ella, también a Evan, Keta, Ana, Kerria, Nicolás, Elisa e Iris porque, a pesar de estar tan lejos, están muy cerca de mí cuando les necesito. Por acordarse de mi cumpleaños, por ser buena gente... Un besazo enorme a todos. Y no se rallen, que estoy bien, solo que hoy estoy rara.

Esta sonando Los Mismos Clavos de Marea.

miércoles, 8 de agosto de 2007

La Pelirroja

Su mata roja que ondeaba en el aire, contrastaba con su rostro pálido y vestimenta blanca, lo cual la hacía ver como una antorcha. Era una luz entre tanta vulgaridad.

La veía de lejos. Sin tocarla, sin respirarla, sin devorarla. Moría por hacerlo, quería rozarla y en sus delirios la veía a su lado aunque ella sólo fuera una ensoñación. La conocía de toda la vida, o así lo sentía, aunque en realidad sólo la hubiera visto un par de veces, pero qué par de veces, si en aquellas ocasiones era como verla desnuda aunque su manto la cubriera.

Apenas unos roces al caminar, apenas unas miradas cuando creía que ya no miraba hacía donde estaba. Adorándola desde lejos. Las dos sabían como sobrevivir a cada situación pero eso no bastaba porque a pesar de que sabían como herir, mostrar, guardar, tocar o besar, sino podían tenerlo todo, entonces nadie lo tendría.

Se la topo una madrugada, sola. Sin importarle que en su mundo fuera un pecado, la tomó de la mano para mirar por el balcón, sólo había un camino.

-Hay que saltar - dijo una, en realidad no sabían cuál. Eso no importaba. Al final así es la vida, hay que saltar y vivir aunque muchos crean que es lo contrario o lo erróneo.

Feliz cumpleaños, amor.

martes, 7 de agosto de 2007

El Cuentacuentos "Solo un segundo"

Le escuché en silencio porque escupir aquella historia parecía costarle demasiado. Cada una de sus palabras parecía abrirle cicatrices en la piel, como si nunca hubieran desparecido, como si sus palabras fueran cuchillos que se deslizaban por su piel y le cortaban. Temblaba, de rabia, de impotencia, de dolor, pero no lloraba, no aún.
Yo no podía hacer nada, solo mirarle, escucharle, tenderle mi mano y aferrarme a la suya como quien se aferra a la vida, intentando recordarle que nunca estará solo, intentando que esta vez no lo vuelva a olvidar, que yo no me iré de su lado, que recorreré esos tortuosos caminos de desesperación con él, por él.
Hacia frío mientras abría su corazón, mientras vertía su alma en palabras que parecían querer consumirle, mire a mi alrededor, buscando una ventana abierta, pero no había ninguna, todo estaba cerrado, como siempre en esa maldita blanca habitación. Ni una pequeña brisa podría recorrerla. Entonces lo entendí, si hacia frío era por él, porque estaba sacando todo el dolor que guardaba dentro y ese dolor consumía el calor humano que desprendíamos los dos.
-¿Entiendes porque lo hice?- me pregunta mirándome a los ojos de nuevo, buscando, desesperado, un ápice del perdón que él mismo jamás se daría.
-Sí, lo entiendo.
Sonríe de forma sarcástica, casi cruel, levanta la mirada hacia el techo de la habitación acolchada buscando algo, no sé el qué.
-Pues explícamelo, porque no lo logro comprender…- suspira y, por un instante, parece que una lágrima solitaria amenace con escapar de la inmensidad de sus ojos que, a pesar de las arrugas, siguen pareciendo los del joven de 20 años que hace ya una vida que conocí- ¡He hecho cosas horribles! ¿Por qué sigues a mi lado? No te merezco…
-Porque te amo.- le respondo mirándole directamente mientras le tiendo mi mano.
Se levanta de pronto, casi sin darme tiempo a reaccionar, sus ojos envueltos en ira me miran con desprecio, su voz retumba en la blanca habitación mientras me grita y yo solo puedo encogerme y temblar de miedo.
-¡Tú no me amas! ¡Ni yo a ti! ¡Eres despreciable! ¡Es mejor que te vayas y no vuelvas nunca! ¡Te odio!
No sé como consigo levantarme de la cama y encararle, es duro, es difícil hacerlo, pero lo logro. Me levanto y camino los pocos pasos que me separan de él. La ira que el envuelve parece no dejar que nadie se acerque, pero no le temo, ha hecho daño a muchos, pero nunca mi. Sé que detrás de las puertas, los enfermeros están atentos a todos sus movimientos y que sus gritos han hecho que vengan corriendo, les escucho meter las llaves en la puerta mientras me gritan que me aleje de él. Mientras él mismo me grita que no me acerque más o me matara, pero sigo caminando, mirándole directamente a los ojos, sin decir nada, solo nos separan centímetros y no le temo.
Cuando los enfermeros abren la puerta se quedan paralizados ante la escena, sabían que era muy agresivo, peligroso y enmudecieron ante lo que vieron al atravesar el umbral con las correas preparadas y la jeringuilla en la mano. Ahí estaba él, abrazado a mi cintura, tirado en el suelo, con su cabeza apoyada en mis piernas mientras lloraba desconsolado y yo le acariciaba su, ahora veteada de gris, melena con mis manos arrugadas.
-Shhh- digo mientras indico a los enfermeros que se marchen- Ya esta todo bien, amor, llora, no pasa nada. Llorar te hará bien. Yo no te dejaré solo nunca. Siempre estaré contigo, amor. Llora mi niño, que el dolor con llanto se va.
Y lloró, lloró lo que parecía ser un mar, lloró tanto como no había llorado en su vida, dejando salir sus miedos, su ira, su dolor, quedando limpio y tranquilo por primera vez en su vida. Levantó la cabeza y me miró, con la misma expresión de amor que cuando nos conocimos.
-Gracias… -susurró aún sollozando.
Los médicos abren la puerta y dicen que me tengo que marchar, veo que implora con su mirada que no me vaya mientras yo imploro a los médicos que me dejen llevármelo conmigo.
-Sabe que no esta bien aún, mañana podrá volver.
Me levanto como puedo, con él aún aferrado a mi cintura suplicando porque no le deje solo.
-Cuando te vas, ellos vuelven, todas las noches vuelven…
No puedo contener las lágrimas en mis ojos mientras salgo de la habitación, pensando en lo mucho que me duele esta situación. Me miras de nuevo, pero ya no hay amor en tus ojos. Solo veo desprecio y odio.
-¡Eso! ¡Vete! ¡No te necesito! ¡No necesito a nadie! ¡Eres como ellos! ¡No, eres peor! ¡No vuelvas! ¡No te necesito!- te agarras a la puerta para mirarme mientras yo intento rehuir esa mirada que me hace desear morir- ¿Me escuchas? ¡NO TE NECESITO!
Agacho la cabeza y acepto el brazo del joven medico que me acompaña a la salida, sola ya no puedo caminar, no después de tus palabras. Hace años que te visito, hace años que me cuentas cada día la misma historia, hace años que me perdonas y me vuelves a odiar de nuevo, que me amas y me destruyes y yo solo puedo volver cada día y luchar por tenerte un segundo en mis brazos.
-Hace años que está así, ¿Por qué continúa viniendo? Sabe que no mejorará nunca–me pregunta el medico que me acompaña a la salida con curiosidad en la mirada.
Le miro a sus ojos jóvenes y llenos de curiosidad y solo puedo sonreír.
-Porque él me da la vida, pequeño, y sin él, no soy nada. Vendría cada día de mi vida, aunque me grite, me insulte, me escupa y me golpee solo por ese segundo en que se aferra a mi cintura y volvemos a ser esos jóvenes de 20 años que prometieron amarse hasta la tumba.

domingo, 5 de agosto de 2007

Una mirada atrás para reflexionar

Siento el tiempo pasar, miro a mi alrededor y lo veo deslizándose lentamente sobre todas las cosas. Las sombras se alargan cada tarde y el cielo se torna anaranjado, esperando que llegué la fría noche y todo quede oscuro... pero no es ese tiempo el que me preocupa. Siento pasar el tiempo sobre mi piel, llevándose con él mi juventud, sé que no soy vieja, sería una tontería decir lo contrario, pero todo llega... y quiero que llegué, pero no mientras estoy formando castillos en el aire que no sé cuanto tiempo aguantarán.

Falta tan poco, en menos de 3 días cumpliré los 27 años.... 27 años y aún recuerdo aquella madrugada del 8 de agosto, cuando compramos alcohol en el primer bar abierto que encontramos y nos fuimos a la puerta de la iglesia a esperar que el reloj marcase las 2,15 de la madrugada, hora en la que haría exactamente 17 años que yo había nacido. Cuando llegó la hora el Lolo se tiró a mis brazos, tan fuerte que ambos caímos al suelo.... con la botella de vino, el tabaco, más borrachos que otra cosa y felices. ¡Tenía 17 años! ¡El mundo era mío! Nos tuvieron que levantar del suelo entre 4, mi hermana, mi prima, mi tía y el Félix formaban el extraño sexteto que me acompaño esa noche a una edad que yo veía como algo espectacular. Casi todos quieren cumplir 18, yo no... ¡Yo quería tener 17! Quería tener 17 años para siempre... Con la fuerza que eso supone, con la alegría que te proporciona saber que dentro de poco serás mayor de edad y el mundo te espera, que esta ahí, al alcance de los dedos pero que aún eres una niña, que aún puedes no ser fuerte, berrear, enviar a todos a la mierda porque esa edad lo permite, aún no tienes que ser responsable, aún puedes hacer locuras, nadie te juzgará por hacerlo... al fin y al cabo, solo tienes 17 años...


¡Adoraba los 17!


En 56 horas (menos cuando he terminado este post kilométrico) habrán pasado 10 años de aquella de noche... ¡10 años! ¿Saben todo lo que ha pasado en ese tiempo en el mundo? ¡Mil cosas! Pero... ¿y en mi vida? ¿que ha cambiado en mi vida en estos 10 años? Quizás es el momento de reflexionar.


Cuando tenía 17 años pensaba que era virgen, que bonito, ¿verdad? Mi cerebro había borrado los recuerdos de una fatídica noche en la que un hijo de puta decidió que sus necesidades están por encima de la inocencia de una pequeña de 6 años que dormía plácidamente en su cama.


El primer contacto con el mundo sexual fue el que despertó esos fantasmas que parecían esperar tras una puerta, al acechó, a que yo bajara la guardia. Volvieron todos juntos. Una noche, mientras las caricias del que era algo así como mi novio me volvían loca de placer, un roce dentro de mis braguitas y sus ojos cambiaron de azules a marrones, su pelo del tono de la paja y liso a un castaño y rizado, su cara no era de amor, solo veía un fantasma con ojos de loco metiendo sus dedos en mis bragas. Grite, dije que no, o lo intenté y mis suplicas quedaron enmudecidas por el miedo, no lo sé. No sé si se quedaron mis gritos ahogados en mi garganta o él los pudo escuchar, solo sé que le golpeé, con lo primero que encontré cerca, con todas mis fuerzas y salí corriendo, intentando entender porque me sentía así. Porque solo quería gritar que me había violado. Le odie. Sin haberlo merecido, sin haber hecho nada, le odie y él me amo. Me amo y me perdono, sin saber porque era así con el, porque le gritaba que le odiaba, que solo estaba con él por divertirme, que no me importaba nada él, su vida o lo mucho que me quisiera.

Esta situación de terror absoluto hacia el genero masculino me llevo a abrir horizontes, o sea, al mundo lésbico, para ser más clara. Sino podía estar con un chico porque me sentía tan mal, tan asustada y tan consumida que me quería morir, quizás una chica pudiera solucionar eso... Así que lo probé. Besar a una chica no era extraño, no se me hizo ni raro, ni asqueroso, ni antinatural, de hecho, era lo mismo que había sentido al besar a muchos de los chicos con los que había estado antes. Y, bueno... empecé algo así como una relación con una de ellas. ¡Pobre! ¡Otra que pago los platos que otro había roto! Cuando pasamos a mayores, era excitante, era una mujer y yo otra, nos podrían haber pillado porque lo hacíamos en su casa, con sus padres en la habitación de al lado, pensando que eramos solo amigas. Hasta que llego ese momento de nuevo. A ella no la golpeé, aunque también fui cruel. Después de aquello no la quise volver a ver, nunca.


Todo esto me hizo saber que no eran los demás los que fallaban, algo fallaba en mi. Pero no sabia el qué, no quería saber...


Me junte con mala gente, siempre he tenido mucha suerte y eso es que lo me lleva a no estar fichada por la policía. Iba con putas, chulos, traficantes y ladrones. Robé, bebí, fumé y a punto estuve de prostituirme, pero claro... el sexo me daba miedo.... casi tanto como las drogas, el miedo me mantuvo alejada de un mundo en el que, si hubiera caído del todo, no sé como habría salido. ¿Como salí? Ni lo sé bien, solo sé que cuando vi a la policía metiendo en el coche patrulla a la gente con la que iba pensé Yo no quiero terminar así y desaparecí de allí. Pero no querer terminar en la cárcel no significa que ya me quisiera un poco más. Caí en la anorexia y en la bulimia, solo pensaba en destruir mi cuerpo, si mi alma dolía tanto, ¿porque mi cuerpo seguía tan bien? Volví a las clases que había abandonado y volví a relacionarme con gente "normal" para alegría de mis padres que ya me habían hecho las maletas para que me fuera de casa sino dejaba de darles disgustos, y eso que ellos no saben nada de lo que paso....

Una tarde, entré a mi casa y encontré a toda mi familia en el sofá. Un nudo en mi garganta y me faltaba el aire, miré a una persona, solo a una, hacia 11 años que no le veía, pero era como si el tiempo hubiera retrocedido y yo tenia de nuevo 6 años y ese hombre me miraba con una cara de loco mientras metía sus dedos en mis braguitas. No sé ni que dije, solo salí de aquella casa y pasee por mi pueblo sin rumbo, hasta que los pies no podían más y mi mente no conseguía hilar un pensamiento con otro. No le encontraba sentido a nada, así que quise borrarlo todo de nuevo, sacar esas imágenes de mi mente y seguir negándome la realidad.


Una cosa llevo a la otra y conocí a un universitario de 20 años bastante torpe, tímido y divertido. En tres meses estábamos saliendo, a los cuatro decidí que ya era hora de quitarme mis miedos y me acosté con él. Fue horrible. Aunque lo peor fue su frase al terminar "¿estás segura de que eras virgen? No has sangrado" (este chico tuvo tres grandes frases en nuestra relación, esa fue la primera) aún recuerdo como me encerré en el baño de su casa a llorar, pase horas allí dentro, con su pregunta rondando mi cabeza. ¿Estabas segura? ¡No! No lo estaba, pero no me lo quería preguntar. Daba demasiado miedo saber la respuesta, la ignorancia era mejor. Esperaba que después de aquello no me llamase más, incluso lo deseaba, así podría odiarle a gusto, pero llamo. A partir de ahí todo fue mejor. Hubo problemas entre su grupo de amigos y el mio, pero lo superamos como pudimos (dejando a los dos grupos de lado) y seguimos adelante.
Mientras mantenía esta relación los médicos me encontraron una enfermedad en los ovarios que puede que me imposibilite para tener hijos. Recuerdo las palabras del médico y como me dolió escucharlas. Tenía 18 años, no quería tener hijos aún, no lo había pensado, pero no quería que me lo negasen. También recuerdo la segunda frase de nuestra relación "¡Joder! Y yo tan preocupado cuando no te venía la regla" no sé si me sentí peor cuando el medico me dijo que quizás no pudiera tener hijos o cuando esta fue toda su respuesta.
Esto nos llevo a mantener relaciones sexuales sin ningún tipo de protección, "¿para que voy a ponerme un condón si tú no puedes quedarte embarazada?" me decía y yo no le negaba nada. Así que un buen día sentí un terrible dolor de barriga, muy fuerte y empecé a sangrar, fui al lavabo y la sangre era demasiado. Me asusté. Al cabo de unas horas los médicos me decían que fuera con más cuidado que acababa de tener un aborto natural y que era muy joven para tener hijos. Una pequeña luz de esperanza se abrió ante mí. Si me quedé una vez, podré volver a hacerlo. Este aborto era uno de mis últimos secretos, algo que no sabia nadie más que yo y los médicos.

Una tarde, en casa de mi tía, con mi tía, mis primas y mi hermana, mi novio me abofeteo. Por encenderme un cigarro. A partir de ahí todo fue a peor. No sé cuanto tiempo tarde en hacerlo, pero le dejé. ¿Cuando? Cuando ya no podía hacer otra cosa que dejarle o seguir hacia adelante con él, con lo que el anillo de pedida significaba. Nunca pensé que cuando me pidieran en matrimonio tendría tantas ganas de llorar, gritar y huir... pero las tuve y huí.


Pero la suerte parecía no estar de mi lado. Busqué consuelo y lo encontré en los brazos de un amigo, de un buen amigo que tardo poco en bajarme las bragas, no es que fuera una santa ni mucho menos, pero estaba muy mal en ese momento, supongo que él aprovecho la situación...
Ese polvo me costo una relación de 5 años, 6 meses y 7 días. No siempre fue una relación mala, pero su primera infidelidad de la cual me enteré el día que hacíamos 2 años me mato, rompió algo dentro de mi. Había conseguido superar muchas cosas y, su traición trajo mis miedos de vuelta. Esa no fue su única infidelidad, hubieron más. Con dos chicas, una de ellas es su actual pareja ahora, así que supongo que el día que yo decidí romper nuestra relación fue uno de los días más acertados de mi vida.

Durante esta relación, un hermano de mi madre murió, a causa de esto todos los hermanos decidieron volver a unirse y eso le devolvió a mi vida. El día de la comunión de una prima ya no pude negar más la realidad. Cuando le vi y me tocó todo volvió, no como lo había hecho antes, en una sucesión de imágenes sin sentido ni lógica, fue como un todo. Recordé como desperté en aquella camilla del hospital sabiendo lo que me había ocurrido. Fue difícil soportar su presencia. Y no fue más fácil tenerle que soportar en cada reunión familiar a la que tenía que ir. Tampoco lo fue que el que era mi pareja decidiera no acompañarme a ninguna, por mucho que me faltara el oxigeno cuando le veía.
Pero lo superé, aún duele, aún quema, aún cuesta respirar, pero ahora es él quien aparta su mirada ante la mía. Ahora es él quien no se atreve a acercarse a mí. Y, gracias a que mi madre es una cotilla, puede que no tenga que volver a soportar su presencia nunca más.



Ahora tengo casi 27 años y tengo a Sol. Todos sabéis quien es Sol, he hablado un millón de veces sobre él. Sol es... ¿mi novia? Suena raro llamarle así, puesto que nunca le he besado, ni he tomado su mano, ni me he acurrucado contra su pecho a mirar las estrellas. Pero Sol es la persona a la que más le he mostrado mi alma, al que se la he entregado con los ojos cerrados sin importarme que haga con ella. Él cambió mi mundo y el cambió ha sido a mejor, a mucho mejor.

Sé que estos días le he estresado, con mis paranoias, con mis miedos, con mi depresión pre 27 y mis tonterías, pero hay veces que necesitas caer muy bajo para poder ver la luz. Y la he visto, la he visto y sonrió... ¿que son 27 años? Nada... pienso morirme muy viejecita y habiéndote hecho el amor tantas veces como estrellas hay en el cielo.

De nuevo me había vuelto a obsesionar con las cosas que hay que tener con 27 años, ya sabes, esas cosas que en el fondo no me importan nada, pero ahora estoy bien. Sonrió de nuevo. Te amo, me amas y no importa nada más. He resumido mis últimos años en unas lineas (sí, muchas, lo sé. ¡Coñe! Que son 10 años) y he cerrado una parte de mi vida, esa que cerré cuando te conocí y vi que podría ser feliz, que solo tenia que intentarlo y no dejarme arrastrar por la corriente. Que no importa lo que piense nadie, ni lo que se supone tengo que tener, hacer, decir o sentir con 27 años, solo importa lo que yo haga, diga o sienta a los 27 y cada día de mi vida.

Ya falta poco para mis 27 y los esperaré de nuevo, sin la botella de vino y sin el tabaco, pero igual de expectativa y sonriente como esa noche de hace 10 años porque, como yo dije hace algún tiempo...

¡Hostía puta, que sí soy feliz!



Esta sonando Estoy muy bien de Extremoduro.