Creo que existe una gran diferencia entre odiar y tener rencor a alguien. El diccionario de la Real Academia Española dice lo siguiente.
Odio
m. Sentimiento de aversión y rechazo, muy intenso e incontrolable, hacia algo o
alguien.
Rencor
m. Resentimiento arraigado y persistente.
Así que también busqué Resentimiento
Resentimiento
m. Enojo o enfado por algo.
Después de leer los significados de cada palabra puedo decir que solo existe una persona en el mundo a la que odio de verdad. Y es a mi tío. Le odio tanto que es la única persona en el mundo a la que le deseo una muerte lenta, dolorosa y sin nadie que le quiera a su lado para decirle una palabra de cariño en el último momento de su vida. Pero no quiero que muera solo, no. Quiero estar a su lado cuando la luz de sus ojos se apague. Quiero estar con él y decirle que deseo con todas mis fuerzas que el infierno sea peor de lo que imagino y la eternidad de verdad sea eterna para que sufra en sus carnes, sus huesos y su alma el daño que me hizo siendo tan solo una niña. Deseo tanto decirle esto, que me asusto de mi misma.
El odio es un sentimiento terrible, es tan fuerte e incontrolable que nos puede llegar a destruir. Suena muy de Star Wars, pero eso de que "El miedo lleva al odio, el odio a la ira y la ira al lado oscuro" es tan cierto como que me llamo Sandra. He odiado mucho a lo largo de mi vida. He odiado tanto que me dolía el corazón. He odiado a quien no merecía mi odio, a quien me tendió una mano amiga, a quien me amo por encima de todas las cosas, a quien deseo curar mis heridas pero yo no quise mostrar. El odio ha sido uno de los sentimientos que más he sentido en mi vida. Me he odiado mucho a mi misma, hasta el punto de desear hacerme daño, de desear que mi cuerpo sufriese lo mismo que mi alma padecía. He querido morirme muchas veces, pero no había una muerte que fuera lo bastante atractiva para mi. Y no fui tan valiente o cobarde (nunca estoy segura si el suicidio es un acto de valentía o cobardía) como para quitarme de en medio.
He crecido sola, triste y fuerte. Sin un solo amigo a mi alrededor. Cuando he llorado porque mis heridas eran tan profundas que mi cuerpo no lo soportaba más, he sido yo misma quien ha curado esas heridas. Nunca tuve un solo amigo en mi infancia. En el colegio fui la chica a la que todos golpearon, a la que todos llamaron fea, gorda, tonta y demás apelativos cariñosos. Fui el saco de boxeo de la clase, pero jamás me vieron llorar. Me golpeaban con tanta fuerza que desde pequeña he utilizado maquillaje para disimular los moretones. Y no he odiado a ninguna de esas personas que me han golpeado. Sí les guardo rencor, mucho rencor. Ellos no sabían el infierno que era mi vida, no necesitaba más dolor, necesitaba consuelo, pero nunca dije nada, nunca me queje.
Llegué a pensar que odiaba a mis padres, pero no puedo. Es muy difícil odiar a unos padres, aunque te hagan daño, aunque te traten mal. No sé porque dicen que el amor se tiene que ganar cuando entre padres e hijos el amor es algo de instinto. No amas porque desees hacerlo, amas a pesar de todo. Y cuando sientes que te fallan, que te hacen tanto daño que no entiendes el porque, entonces llega el rencor. Quieres odiarles, pero no puedes. ¡Es terrible querer odiar y no poder! Es terrible porque te destruye más que el propio odio. El odio se puede expresar, puedes regresarlo, pero el rencor no. Hay quien piensa que el rencor es un grado más que el odio, que es cuando odias a la persona pero no puedes hacerle daño porque eres inferior. Yo no lo veo así. No puedes hacerle daño porque eres superior. Porque a ti si te importa lo que le ocurra, porque si te preocupa, porque tú si quieres a pesar de todo.
Mis padres encontraron a mi tío sobre mí, con los calzoncillos bajados y el pene ensangrentado pues mi cuerpo era demasiado pequeño para aceptarle. Yo estaba desmayada y sangrando entre las piernas tanto que pensaban que iba a morirme desangrada. Era mi sangre, la que salia de mi la que había en su pene. No me había desvirgado, me había roto por dentro. Se había llevado mi inocencia, mi libertad, mis ganas de vivir, de volar. Se llevo mi risa, mis ojos brillantes de alegría. Me arrebato vida en cada caricia, cada vez que pasaba su lengua por mi cuerpo me robaba una sonrisa. Hasta que no fui capaz de sonreír. Hace 7 años supe que quizás ese hombre se llevo algo más de mi aquella noche. Una niña tan pequeña no debe tener relaciones sexuales porque su cuerpo no esta preparado para hacerlo. Hace 7 años estaba sentada en una consulta medica cuando me dijeron que puede que jamás pueda tener hijos. Lo recuerdo como si fuera ayer. Jamás había pensado en tener hijos, era muy joven aún. Pero cuando supe que quizás no pudiera, supe que era una de las cosas que más deseaba en esta vida. Un hijo. Alguien a quien cuidar, amar, enseñar, a quien salvar de todos los males del mundo. Alguien por quien dar la vida si es necesario. Mi tío me robo muchas cosas esa noche, pero no me robo la capacidad de amar.
El odio y el amor son sentimientos tan profundos que nos pueden hacer enloquecer. Pueden perderte hasta tal punto que jamás te vuelvas a encontrar. Son las dos caras de la misma moneda. El rencor es otra cosa. El rencor es no poder odiar y no poder amar del todo. El rencor es impotencia, el rencor duele más que el odio y el amor juntos.
Yo guardo mucho rencor a mis padres. Jamás les digo que les quiero y sé que les quiero. Jamás les abrazo, jamás les digo una palabra de ánimo. Antes no entendía el porque, pero hace años que lo entiendo.
Los padres son quienes tienen que luchar por nosotros, quienes tienen que dar su vida por la nuestra, quienes tienen que librar las batallas que no podamos, salvarnos del mal que nos acecha, hacernos sonreír cuando nuestra vida son solo lágrimas. Así deberían ser los padres, todos los padres del mundo. Por desgracia para algunos hijos, hay padres que no pueden hacerlo.
Mis padres vieron a mi tío sobre mí, sé que mi padre le pego tanto que casi le mata, sé que me llevaron al hospital a ver hasta que punto me había violado, sé que lloraron por lo sucedido, sé que le odiaron, sé que aún le odian. Pero para mi no es suficiente. En lo más profundo de mi ser, siempre he sentido que me fallaron. No supieron protegerme de aquel hombre que se arrastraba a mi cama todas las noches para tocarme. No supieron ver que mi sonrisa se apagaba poco a poco, que no quería jugar, que no quería reír, que no quería que nadie me tocara, ni me besara.
Pero lo que más me dolió, fue que no le denunciasen.
¡Ese hijo de puta me arranco la vida! Me partió el alma y el cuerpo en dos, entro tan dentro de mi y tan profundo que sus heridas aún están marcadas en mi. No en mi piel, sino en mi alma, mucho más profundas de lo que parece a simple vista. Pero no ha pasado ni un solo día de su vida entre rejas. Sé que no soy la única a la que violo, sé que lo hizo con una vecina del bloque donde vivía antes. Ella tampoco le denuncio, pero esa fue su decisión. Ella no era una niña de 6 años, era una mujer. No le denuncio porque sabia que si lo hacia su marido le mataría. ¡Ojalá lo hubiera hecho! Si le hubieran matado, a mi nunca me habría pasado nada. Pero no lo hizo. Ni ella, ni mis padres.
Tiene que ser duro denunciar a un hermano, pero yo era su hija, su pequeña, su niña linda, su primogénita, su alegría, lo que más querían en el mundo. Y no me lo demostraron. Ese hombre que me violo ahora tiene una familia, tiene mujer y un hijo. Vive feliz su vida. Sé que recuerda lo que me hizo y creo que se arrepiente, pero me a igual. Jamás le perdonaré. Merece mi odio como nadie más en este mundo lo merece. Y por ese mismo motivo creo que mis padres merecen mi rencor.
Es duro decirlo, es duro no poder abrazarles porque me siento incomoda, es duro no poder decirle a casi nadie lo mucho que le quiero porque no sé decirlo, no sé demostrarlo. Si alguien me falla una vez, ya nunca puedo olvidar y perdonar. Ya no puedo abrazarle y demostrarle mi amor. Me gustaría, pero no puedo. Y creo que mis padres me fallaron mucho aquella noche. Sé que me quieren y espero que sepan que les quiero porque sé que no se lo diré nunca. Así que espero que lo sepan. Ellos me fallaron, pero no fue un error suyo, si lo pienso bien hicieron lo que pudieron por protegerme, pero no se pudo hacer más. No es como si ellos me hubieran maltratado, no me han golpeado, no permitieron esto, solo ocurrió sin que lo pudieran evitar. Lo entiendo, lo comprendo, lo asumo y lo sé, pero no puedo evitar sentirles los culpables de este dolor.
Y lo peor de todo es que ellos creen que yo no recuerdo nada de aquella noche, que no saben porque siento esto hacia ellos, porque solo abrazo a mi hermana, porque nunca dejo que me digan como vivir mi vida, porque parece que no quiero su cariño ni su comprensión.
Sé que mis padres me aman, me adoran, sé que mi padre se dejaría arrancar el corazón por mi. Sé que darían mi vida por la suya mil veces, con los ojos cerrados, sin pensarlo un solo segundo, sin sentir miedo y feliz de poder hacerlo. Sé que para ellos soy la mejor chica del mundo, sé que jamás cometeré un error tan grave como para que me griten, sé que nunca se han enfadado de verdad conmigo (y motivos no le han faltado, mi adolescencia fue terrible), sé que si lo hiciera me perdonaría, sé que para él siempre seré la mejor. Pero soy incapaz de darle un beso en la mejilla y decirle "Papa, te quiero" y sé que siempre lo seré. Sé que cuando lo quiero decir mi voz se traba en mi garganta y se convierte en un gran nudo que no puedo ni tragar ni echar, que se queda en medio y no sube ni baja.
Con mi madre es un poco menos difícil, pero eso es porque ella es más cariñosa que mi padre y se me tira encima cuando ve que yo quiero decirle algo y no puedo, y eso ayuda. Aunque solo le he dicho que la quiero cuando la he visto echa un mar de lágrimas porque no puede más. Y solo lo he dicho porque en ese momento sabia que si no lo decía, mi madre querría morirse de verdad.
Ser padres es algo difícil, un padre no es quien te trae al mundo y te suelta. Es quien esta a tu lado cada día, derribando los obstáculos de tu camino, luchando en tus guerras, limpiando tus lágrimas, celebrando tus victorias, riendo tus sonrisas. Unos padres no son los que nos dan la vida, son loas que luchan cada día porque esta misma sea mejor. Mejor que la suya, mejor que lo que tenemos ahora. Unos padres buenos son quienes compran el peor filete de pollo para ellos y te dan a ti un solomillo. Quienes deciden que pueden pasar un invierno frío sin un abrigo nuevo para ellos a pesar de tenerlo remendado y a ti te compran uno nuevo. Unos buenos padres dejan de comer en el restaurante los domingos para poder pagarte un profesor particular de matemáticas. Todo esto lo han hecho mis padres. Mis padres son buenos padres. Solo he recibido dos ostias de mi madre en mi vida y he de decir que eran mucho más flojas de lo que deberían y estaban mucho más que merecidas. No debería quejarme de mis padres, no tengo motivos para ello, pero el rencor no busca motivos.
Existen padres terribles en el mundo, padres que maltratan, que humillan, que buscan hacer daño a sus hijos, que parecen desear cada uno de sus fracasos. Llevan un título que no merecen.
He acumulado mucho odio y rencor con el paso de los años y, he de decir, que no es bueno. No aporta nada bueno al cuerpo. El odio te destruye, el odio es destrucción. Es un sentimiento devastador, terrible y tan destructivo que todo el que viva solo por él, terminara pronto de vivir. El odio no debería existir, pero hay quien se lo gana a pulso cada día y hay quien cada día odia más por el mismo motivo. Es difícil mantener la cabeza fría cuando te hieren tanto que no puedes ni levantarla.
Hace poco decidí dejar de odiar. Dejar que el odio saliera de mi cuerpo y no recorriese más mis venas envenenándome poco a poco. Y salió, despacio y de forma dolorosa, como si echase fuego por la piel. Fue terrible vomitar el odio que tenia dentro. Sacarlo de mi vida y decidir empezar de nuevo. Decidir que habría algo más que moviera mi vida que una sed de venganza tan fuerte y terrible que cuando pensaba en ella me ahogaba y no me permitía respirar. Pero dejar de odiar me trajo mucho más bueno que malo se llevo.
Ahora soy libre. Me siento capaz de volar si lo deseo con fuerza. Ahora él no me puede tocar, no me puede hacer daño. La gente solo te daña hasta donde tú te dejes dañar y él ya no llega. Sus manos ya no me encierran, ya no me atrapan. Ahora puedo mirarle a la cara sin apartar la mirada, ahora es él quien no resiste la mía. Ahora es a él a quien le duele que yo sea más fuerte cada día. Que pueda con todo, que no me deje destruir.
Tardé muy poco en perder la inocencia, deje de ser una niña antes de saber lo que eso significaba, conocí un dolor tan profundo que pensaba que no podría superar nunca. Mi cerebro borro todos los recuerdos para poder sobrevivir, hasta que le volví a ver, entonces supe porque nunca había querido verle, porque llevaba tantos años sin preguntarme porque mis padres no se hablaban con él. Cuando le vi el odio se encendió, ardió tanto que me quemé en él, morí y renací más fuerte, fría y enfadada que nunca. Y hace dos años que ese era el sentimiento que movía mi vida. Pero hace poco decidí terminar con él. Decidí que pensar cada día en como verle morir no era lo único que quería hacer. Si deseaba su muerte moría yo un poco cada vez. Si deseaba su muerte no vivía mi vida.
Ahora deseo vivir. Deseo sonreír al mundo como lo hago últimamente. Deseo no volver a verle y no puedo evitar desearle una muerte terrible, pero no como antes lo hacía, no de forma obsesiva y como si eso fuera lo único que me mantenía viva. Hay buenos motivos para vivir esta vida, que el odio, la venganza y la ira no sean los únicos que tienes. No dejéis nunca que os dañen tanto que ese sentimiento mueva vuestro mundo, porque os destruirá.
Hay cosas mejores por las que vivir. Yo tengo la mía. Vivo cada día porque sé que es un día menos de estar lejos de Sol, porque sé que pronto la besaré, que ella me cuidara y no dejara que nada me vuelva a dañar nunca. Vivo cada día para poder decirle a la cara lo mucho que la amo, lo bien que esta mi vida cuando ella esta en ella, lo feliz que me siento por tenerla. Vivo por su amor, por sus ganas de no morirse por mí, por la fuerza que me da cada día, por cada vez que me dice que me ama, que me extraña.
Antes pensaba que vivir era solo la lenta y agónica forma de esperar la muerte, ahora sé lo que es vivir. Vivir es saberse mejor cada día, limpiarse de todos los males del mundo y dejarnos puros para entregarnos a otra persona. Vivir es dar todo por alguien que daría todo por nosotros. Vivir es luchar contra lo que nos quiere destruir para ser mejores personas.
No dejéis que el odio sea vuestro compañero de cama,
el amor es mucho mejor amante.